jueves, 24 de marzo de 2011

La esperanza de un mañana. ¿Pero hasta cuándo?


Es normal la paranoia constante tras las distintas catástrofes que acechan al mundo. Volcanes en erupción, sismos, tsunamis, huracanes, y evidentemente también, fugas nucleares, son algunas de las amenazas que nos ponen en jaque. Al parecer la energía atómica es un mal necesario para que nosotros vivamos como lo hacemos, pero no parecemos capacitados para controlar ni siqueira nuestra propia creación. Dicen por ahí, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. No podría estar más de acuerdo. No es la primera vez que nos enfrentamos a una situación de este estilo. Si bien ésta vez el desastre fue por causas naturales, tenemos los ejemplos de la explosión del reactor de Chernobil, ese fatídico Abril de 1986, o las bombas nucleares que azotaron al país Nippon en el ´45, tras la segunda guerra. Son momentos como los que vivimos ahora, o como los que se vivieron entonces, los que propagan el pánico. El miedo. Y lo propagan tan rápido como los mares escalan por las costas japonesas hoy en día.

Así y todo es importante no alarmarse. Ejemplos como los nombrados, ponen un haz de luz en este opaco futuro.

El ser humano, con todos sus defectos, esta naturalmente formado para resurgir de las cenizas y volver a vivir, cual ave fénix. Son varios los golpes sufridos por la raza humana: el gran terremoto de 1905 que destruyó toda la ciudad de San Francisco, el terremoto seguido por un gran tsunami, que desembocó en uno de los mayores incendios de la historia en la Portugal de 1755 (dejando un saldo de casi 100.000 muertos), Un Londres en llamas en el 1666 (si, 1666. Un año cargado de un tinte teológico bastante especial, ¿no?), la cual fue originada por un desperfecto en el horno de una confitería; y no olvidemos las ya mencionadas bombas que impactaron en Hiroshima y Nagazaki, por referenciar algunas de las tantas tragedias a las que el hombre se repuso. Obviamente existen las catástrofes que destruyeron por completo todo a su paso, como el caso del terremoto en Haití, o el famoso volcán que enterró Pompeya, pero me parece más entusiasta resaltar el vaso medio lleno, y valorar el esfuerzo de todas las civilizaciones por levantarse. Y más los japoneses, que se repusieron a la única guerra atómica en la historia, y que de radiación nuclear, algo ya saben. Con paciencia y dedicación, trabajo y solidaridad, la gran mayoría subsistió, y creo que Japón, cuando logre disipar la radiación, logrará salir de esta. Los daños materiales serán cubiertos, y con el tiempo, los daños morales sanarán. El problema es...si esto es una señal…hasta cuando vamos a seguir tropezando con la misma piedra. ¿Será hasta no poder levantarnos más? ¿Hasta que no haya vuelta atrás? Esperemos estar preparados para controlar el fuego, y que como a Prometeo, no se nos escape de las manos.


Pippin **